José Eusebio Soriano Barco falleció ayer a los 92 años, en una clínica de Belgrano, donde se recuperaba de una operación de cadera. Fue arquero de Banfield y capitán de La famosa Máquina de River entre 1944 y 1946; además tuvo un pasó por Atlanta donde se retiró.
Tenía 92 años y una memoria prodigiosa, destaca hoy Clarín en su sitio web. Era alto y esa figura desgastada por el tiempo dejaba vislumbrar a un hombre grande que alguna vez fue un excelente deportista y un ejemplo de fair play. En su último reportaje al diario contó cómo había llegado de su Perú natal a la Argentina: “Yo jugaba al básquet, pero además era agrónomo, especializado en el cultivo de la caña de azúcar. Allí, en Chiclín, los muchachos me pidieron que atajara en Los Diablos Rojos. Y luego jugué para el seleccionado provincial. Ahí me convocaron para la selección y jugué el Sudamericano de 1942 en Montevideo. Pero no actué en los clubes de mi país”.
Lo tentaron de varios equipos argentinos, pero un día lo sorprendió en Chiclayo el presidente de Banfield, Florencio Sola: “Me habló de un modo tan conmovedor que me convenció”. Jugó desde 1942 hasta 1944 en el Taladro contabilizando 46 partidos y ese mismo año pasó a River.
“Antonio Liberti le preguntó a Florencio Sola cuánto valía mi pase. Le respondió 100.000 pesos como para sacárselo de encima. Al otro día llegó Liberti con el dinero. Yo sólo puse la condición de no tener que enfrentar a mi ex club”, un gesto digno de reconocimiento eterno.
En ese tiempo, en su casa de Brasil al 300, con otros jugadores fundaron Futbolistas Agremiados. “Con Rodolfo Danza, de Ferro, enviamos telegramas a todos los capitanes de Primera y Segunda. Allí sentamos las bases del gremio”, recordó.
Campeón con River en 1945, tuvo de DT a Peucelle y de compañeros a Muñoz, Moreno (en 1946), Pedernera, Labruna y Loustau. Tras 71 encuentros en River, en 1947 jugó en Atlanta (10 partidos) y luego se retiró, a los 29 años.
José Soriano había nacido el 19 de abril de 1918 en Lambayeque, Chiclayo, aunque aseguró que lo anotaron después. Se dedicó a otros negocios en Perú, pero nunca perdió su vínculo con Argentina. También vivió en Montevideo y los últimos años residió en Castelar, junto a uno de sus hijos. Una de sus huellas, como las que dejó en el fútbol argentino.
A continuación, el reconocimiento que organizó el Círculo de Socios Vitalicios del CAB en 2009.
miércoles, 23 de marzo de 2011
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